En la Provincia de Buenos Aires hay más de mil asentamientos informales que alojan a miles y miles de familias.
A la hora de relevar datos sobre villas es necesario tener en cuenta no sólo cuántas hay y cuánto territorio ocupan sino cuantas familias viven en ellas.
En la periferia de Lanús hay asentamientos informales. Entre ellos, del lado oeste, está Villa Jardín que es una de las villas con mayor densidad poblacional del conurbano bonaerense. Del lado este, La Fé, Sapito, Porá, son algunos de los lugares donde habitan muchísimas familias de bien y también, aprovechando la precaridad, se esconden gran cantidad de delincuentes.
Estos datos, si bien señalan de manera contundente la necesidad de políticas de pacificación a gran escala, son insuficientes para dimensionar el detalle de la vida social y la conflictividad en estos territorios.
Como saben los que vienen leyendo mis columnas, soy un convencido de que combatir la precariedad en la vida ciudadana, que es donde emerge el delito organizado, requiere de medidas focalizadas a pequeña escala. Allí es donde debe intervenir la policía local, la cual estamos formando para que pueda funcionar como una policía de proximidad que emule el ejemplo de los países cercanos como Brasil y Colombia, de los que también vengo hablando en las últimas semanas.
La policía de proximidad no es simplemente una herramienta de intervención estatal, sino de recolección de datos. Emplazar policías bien formados en estos territorios da a las autoridades ojos y oídos en los espacios más recónditos del entramado urbano, que como podemos ver tiene varios focos de riesgo sobre los que debemos tener una imagen clara de lo que ocurre cuanto antes.
El hacinamiento y la superpoblación en territorios como Villa Jardín (que es solo uno de tantos ejemplos) son resultado de un doble mal: por un lado la desantención prolongada del Estado durante años, y por otro lado el “cerco” que producen las organizaciones delictivas que se benefician teniendo bajo su control la vida de una gran cantidad de personas que se convierten en sus rehenes. Por esas dos cosas la gente no puede salir de donde está, se amontona y vive cada vez peor.
Una policía local que pueda darnos una mirada detallista de lo que ocurre nos permitirá empezar a destrabar el problema. Nos permitirá entender cómo desarticular ese cerco que hacina a los vecinos más humildes. Solo así viviremos todos mejor.